La alerta sanitaria que agita Europa desde que este verano Bélgica informara de la detección en huevos y derivados de un plaguicida (fipronil) prohibido para estos productos ha reabierto el debate sobre la coordinación y cooperación entre los estados miembros que participan en el Sistema Europeo de Alerta Rápida para Alimentos y Piensos (RASFF por sus siglas en inglés). Las consecuencias de la crisis a nivel nacional son distintas: España esquiva el escándalo y los avicultores, que habitualmente venden en el extranjero el 20% de su producción aproximadamente, esperan un aumento de la exportación para compensar la caída de la oferta en los países afectados, aunque no descartan que el consumo se retraiga.
A nivel internacional, esta crisis ha puesto en entredicho de nuevo el sistema de alerta europeo, que a pesar de ser uno de los más garantistas del mundo sólo funciona eficazmente si los organismos europeos y nacionales responsables intercambian información de manera rápida y eficaz. La Comisión Europea no tiene claro que la comunicación haya sido fluida en el caso de los huevos contaminados por fipronil y ha abierto una investigación para elucidar si las autoridades belgas informaron tarde.
Mientras se dirimen responsabilidades, la crisis se extiende ya a producciones de 19 estados miembros de Europa. Los países afectados han tenido que sacrificar aves, destruir toneladas de mercancías y cerrar granjas. Las pérdidas son millonarias y afectan indirectamente a toda la industria agroalimentaria porque el huevo se utiliza como ingrediente de muchos productos derivados.
Algunos de esos países obligados a retirar huevos contaminados son también importadores de este tipo de productos desde España, país libre de contaminación según la Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aecosan). No se han distribuido desde nuestro país productos afectados y solo se han retirado, antes de llegar a la cadena alimentaria, dos partidas procedentes del extranjero (una en el País Vasco y otra en Cataluña).
A nivel nacional, los avicultores españoles confían en aumentar el volumen de exportaciones a aquellos países donde la oferta se ha reducido. El sector español produce 40 millones de huevos al día, según datos de la Federación Española de Empresas del Sector de la Producción de Huevos y Ovoproductos (FEDEROVO), y las exportaciones suponen aproximadamente el 23% de la producción, según las cifras que maneja la interprofesional del huevo, Inprovo.
Eso sí, esta posible ventaja competitiva es vista con cautela por los productores españoles, conscientes de que el consumo puede retraerse a pesar de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) insiste en que el fipronil es una sustancia «moderadamente peligrosa para el ser humano» y ha aclarado que habría que ingerir unos cien huevos adulterados para enfermar.
El desenlace de la crisis a nivel de mercado es una incógnita, pero a nivel de seguridad alimentaria se pueden extraer ya tres conclusiones relevantes.
- El escándalo ha evidenciado que, tanto a nivel comunitario como nacional, la base primordial del sistema de seguridad alimentara es el intercambio rápido de información entre las autoridades.
- La alerta por fipronil ha ratificado la importancia de los controles integrales que abarcan toda la cadena alimentaria, desde la producción primaria hasta la distribución minorista.
- Se pone de manifiesto la importancia de realizar controles sobre peligros de baja ocurrencia y alto impacto, aunque sea de forma aleatoria y con baja frecuencia por economía de medios.
Las empresas de la cadena alimentaria deben garantizar que los alimentos que ponen en el mercado son seguros. Para confirmar esa inocuidad, identifican los peligros potenciales asociados a la producción de alimentos en todas sus fases, los evalúan y, si no los pueden corregir, adoptan medidas para controlar los que podrían causar perjuicios importantes sobre la salud humana. Este sistema de vigilancia (APPCC, Análisis de Peligros y Puntos de Control Críticos) se completa con chequeos complementarios, aleatorios y de periodicidad variable para evitar riesgos alimentarios más remotos.
El Laboratorio de Análisis Quimico de AINIA ha puesto a punto durante este mes de agosto un modelo de análisis en huevo tanto de fipronil como de sus metabolitos (fipronil desulfinil; fipronil sulfide y fipronil sulfona). El método se basa en cromatografía de gases con detector de espectrometría de masas (GC-MS/MS) y ha despertado interés entre empresas del sector alimentario.
Si está interesado en reforzar los controles analíticos de sus productos o debe responder ante una alerta y crisis alimentaria, póngase en contacto con nosotros. En AINIA, podemos ayudarle.